Vanguardia Educativa
Por: Psic. Cecilia García Piña
Departamento de Psicología y Desarrollo de Talento | Campus Fuentes
Temas que comúnmente inquietan a los padres de adolescentes son:
Sin duda la respuesta, cualquiera que sea -afirmativa o negativa- sería controversial, por ello, elijamos, como eje rector de este breve artículo, reflexionar acerca de la intimidad en la adolescencia.
Hablar de intimidad es hacer referencia a la construcción que hacen los adolescentes de un espacio propio, y que es inédito en otros momentos de la vida. Dicho espacio es el resultado de un trabajo psíquico importante y complejo.
Pensemos, pues, en cómo a partir de la adolescencia las modificaciones en las relaciones con los otros, pares y adultos, el trabajo de apropiación de su nueva imagen corporal, y la construcción de un espacio de soledad diferenciado en el que parecen reconfigurarse subjetivamente.
Para la psicoanalista Julia Kristeva, la intimidad tiene que ver con la posibilidad psíquica que posee el sujeto para interrogarse, una búsqueda de sí mismo, un retorno que es rememoración y a su vez interrogación. El adolescente construye un nuevo espacio, el de la intimidad, que si bien tuvo antecedentes en momentos anteriores de la vida psíquica -la infancia-, cobra en este momento un peso particular y constitutivo de ese nuevo ser que se encuentra en procesos de profundas transformaciones.
La intimidad se construye a partir de un complejo proceso, es un espacio transicional; es desarrollado por un yo que desborda el espacio de la conciencia.
Pensemos entonces que los contenidos de las redes sociales son una extensión del “mundo privado”, del yo, de la consciencia de quien publica, es decir, a través de un pensamiento, una imagen, una canción publicada en las redes sociales podemos conocer un poco de del mundo privado, del mundo de los adolescentes.
Entonces el trabajo que hay que realizar como adultos responsables, de acompañar el desarrollo de los adolescentes, es más allá de supervisar el teléfono o las redes de los chicos.
El trabajo fundamental del adulto es el cultivar su mundo interno desde muy pequeños, enriquecerlo, cultivar un ser con un yo sólido, consciente; promover la reflexión, enseñarles a discernir qué es público, qué es privado, qué es lo íntimo y cómo cuidar su intimidad y, por supuesto, modelar los comportamientos deseados. Si se trabaja de manera fina, cercana y constante el vínculo hay mayor probabilidad de que el adolescente confíe en el adulto y se acerque a este cuando lo necesite.
El vínculo se construye todos los días, hay que privilegiar las conversaciones en persona, ser afectuosos, promover constantemente la confianza y asumir que lo natural es la separación de mundo adulto y que la intimidad es un derecho del adolescente y es un indicador de desarrollo psíquico.
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